domingo, febrero 22, 2009

Porqué odio los domingos

Cada domingo empieza igual: mi mamá entra en mi habitación y me dice que ya es hora de levantarme; entro a la ducha odiando el hecho de que el sol haya salido y se hubiera convertido en otro molesto domingo. Salgo y me siento en la cama al frente del ropero para pensar que ponerme, todo con el único objetivo de llamar la atención de un hombre al cual solo quiero como amigo, pero mi ego está primero así que no puedo evitarlo. Tomo un rápido desayuno y el único pensamiento coherente que pasa por mi mente es: malditos domingos!
Todo esto porque cuando eres miembro de una familia que pertenece a cierta religión (la cual han impuesto en tu vida) que se reúne los domingos en las mañanas ese día se resume a eso: a levantarte para ir a algo que no quieres, a algo con lo cual no te sientes satisfecha, a algo que pertenece inevitablemente a tu vida, y que lo hará mientras tu papá pagué tu universidad y te hospede en su casa.
He allí la razón de mi odio por los domingos, para aquellos que me miran raro y dicen: “¿Estás loca? Los domingos son el mejor día de la semana” Yo les digo que no es cierto, y si el argumento expuesto anteriormente no les es suficiente aquí les doy otro:
Cuando llegan los miércoles no me cambio por nada del mundo, así pase un carro sobre un charco y me empape de pies a cabeza. Los miércoles son los mejores días de la semana porque la parten en dos, me despierto y una vocecita en mi mente me dice “Bienvenida al miércoles, sé feliz”. Después llegan el jueves, el viernes, y el sábado: el añorado fin de semana se hace presente con los brazos abiertos, con un montón de planes con amigos, o simplemente de quedarte en la casa leyendo un buen libro. Y no me digan que no, los sábados tienen su magia, aún cuando llegan las seis de la tarde y eres consciente de que al otro día se hace presente el domingo.
Cuando éste llega se acaba la dicha del fin de semana, no dan casi nada bueno en la televisión y llega el lunes. El Domingo es ese día que te advierte que debes reaccionar, que la magia del sábado se acaba y llega la frustración del lunes; tener que ir a trabajar o estudiar, en mi caso, a las siete de la mañana, y empezar una nueva semana con más trabajos, más entregas o más problemas.
Pero en fin, dirán que soy la típica persona pesimista, no es así amo la mitad de la semana, y no hay nada de malo en odiar los domingos. De hecho es algo que me identifica, como el no querer a los infantes, no ser buena ama de casa, o amar la lectura y a mis amigos hasta tal punto que perezco adicta. En el momento que ame los domingos sabrán que cambié y que algo en mi sistema nervioso está fallando. En ese momento preocúpense, por ahora sepan que los domingos y yo no tenemos una buena relación.