domingo, abril 03, 2011

He decidido regresar

Hace nueve meses no escribía para este lugarcito que creé. Pido perdón a todos los que me leen, no daré excusas porque no sonarán realmente convincentes. Aun así puedo decirles que regreso; no sé qué tan seguido vaya a escribir por acá, pero prometo no desaparecer durante tanto tiempo.

Les comento que todo va bien, algunas cosas siguen como venían la última vez, otras por supuesto han cambiado. Se han roto lazos que parecían inquebrantables, se han fortalecido los que más importan… y han nacido cosas nuevas que me hacen sentir bien.

Pero bueno, no puedo intentar resumir en esta entrada nueve meses, hay mucho por decir y aun me debato entre lo que debo o no escribir :] Así que para reivindicarme y recomenzar de buen modo, les dejaré una pequeña historia que escribí. No me pertenece del todo, es algo que vivió alguien, por lo tanto le pertenece a ella y al chico con el que compartió esas horas:

Su mano acariciaba la mía suavemente, con lentitud, con cuidado, como si no quisiera dañarla; atesorando cada segundo en el que tocaba mi piel. Reposaba su cabeza en mi hombro, logrando esconder su nariz en mi cabello negro y aspirar profundamente el aroma que este desprendía.

Yo cerraba mis ojos, me dejaba hacer, le permitía disfrutar mi esencia, llenarse de ella con el tacto, con el olfato. Respiraba acompasadamente aparentando tranquilidad, sin embargo sentía cómo mi corazón latía con cierta rapidez.

Abría mis manos y él las recorría, entrelazaba mis dedos y yo no deseaba soltarlo en ningún momento. Nuestras almas se impregnaban con el tango que sonaba, que entraba por nuestros oídos, que nos invadía; y, como si el destino fuera cierto y ya todo estuviera escrito, las palabras que formaban la canción hacían un eco perfecto a lo que sentíamos entre nosotros, a lo que nos decíamos con la respiración, con los dedos, con el silencio.

Ni siquiera el fuerte aplauso que el auditorio dirigió al final pudo romper la conexión que se fue tejiendo entre los dos desde que la súbita confesión se había dado horas atrás. Y minutos después, mientras recorríamos las calles solitarias que nos llevaban al cierre de la noche, seguíamos envueltos en el sentimiento sincero de lo que había estado reprimido durante tantos meses. Las casas, con su alma llena de sabiduría, protegían nuestros cuerpos que caminaban impulsados por la inercia… habían tantas cosas por decir y aun así no éramos capaces de separar los labios para expresarlas, el miedo de arruinar los segundos finales de un día perfecto, era mucho más fuerte.

Con una gran resistencia dentro de nosotros llegamos al sitio de la despedida. Nuestras miradas se encontraron y se dijeron todo lo que habíamos estado callando. Un último abrazo cerró ese día perfecto que no volvería a repetirse… al separar nuestros cuerpos el peso de la razón se hizo más fuerte y entendimos con dolor que la magia había terminado, que ya éramos parte del recuerdo, que solo quedaba intentar retener las canciones, las palabras, los gestos y las sonrisas que aquel martes nos había permitido vivir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

... la magia que permanece viva en el recuerdo es más valiosa que aquella que se apaga con el tiempo...
Me gusta mucho como escribes Eee :] es un buen texto ♥

José Vicente Guzmán Mendoza dijo...

Hola... me encanta que estés de vuelta boba, ¡te quiero muchísimo y me encanta leerte!

ME encanto la mini-historia... me recordó una vita que tuve con una niña hace muuuuucho tiempo XD
escribes genial y ojalá lo sigas haciendo :

Publicar un comentario